domingo, 19 de febrero de 2017

Isaac va a Moriá


Aquél al que tanto amas, a Isaac, dijo,
traedlo hasta Moriá, dijo, traedlo,
–sólo para ponerlo a prueba– dijo,
traedlo al monte, hasta Moriá, traedlo,
–por ver qué hacía, por ver si se arredraba–
aquí vemos qué hacemos, lo matamos,
aquél a quien tanto amas, tu hijo único,
Isaac, traedlo al monte, con la cuerda
al cuello negro o blanco; enjuto o engreído,
vivirá si lo quiero, tu holocausto,
al lúcido collar de la navaja;
vivirá (pero no) traedlo al punto,
hasta el monte Moriá; se moriría
tu hijo Isaac si así yo lo decido;
pero no lo decido, lo contemplo,
agónico su gesto; no: inconsciente;
no sabe el filo de su dios, su fuerza,
agónico su padre, sí: él conoce
el poder de su dios y baja el cuello,
la cerviz animal, humildemente;
¿y qué son? condenados, condenados
al poder de sí mismos. Tráelo, ahora,
amado de este dios, tan poderoso.
Tan bello el cuello imberbe del infante,
Isaac blanco, amarillo, negro, rojo,
Isaac multicolor, qué importa, amado
de su padre que ensilla su jumento,
¿por qué dios? –piensa– yo, que soy tu hijo,
y este que es hijo mío y que soy su padre,
¿por qué lo necesitas, tú, tan fuerte,
tan respetado allá tras de las nubes,
¿qué te hicimos nosotros, dios, que exiges
el cuello de mi Isaac? pero obedezco,
así me han enseñado, así mis padres,
los padres de mis padres, y sus padres,
los rojos, negros, blancos, amarillos,
los llegados en barco, los andantes,
los caídos en gran paracaídas,
los que vuelan en charter o en apache,
así nos enseñaron: obedece;
pero no puedo dios, ¿es esto un juego?
¿es sólo una tortura? ¿una enseñanza?
Isaac piensa que van de día de campo,
quiere cantar de alegre, ve los árboles,
cómo la vida crece y se acomoda
a una piedra, al suelo con que pisan
sus sandalias, el hueco entre malezas
guarda vida, se atiene, se desgaja
en otra nueva que resopla y crece,
que pía o caza. (/) Y andan poco a poco
Isaac y su papá, van a Moirá.
Isaac dice a su padre: ¿y el cordero?
Hoy tú eres el cordero hijo amado,
así me dijo dios, que te matara.
¿y qué clase de dios te dijo eso?
aquél que me hizo atarte de este árbol,
me dijo “ofrecerás en holocausto,
a tu hijo, aquél al que amas como a nada,
en el monte Moirá, en un sacrificio
revelador de toda tu obediencia.
Yo no quiero morir, padre. –Ni modo.–
Pero quiero hacer cosas, ver el mundo,
ser un enamorado, completarme,
trabajar para mí ¿quién me lo niega?
–Nuestro dios.–¡Pero cómo! –Por mandato.
–Ayúdame con algo de obediencia,
no puedo yo matarte, tú concédelo,
entrégate en amor de lo divino,
de ese dios que hasta aquí me ha torturado–
se le fue la entereza, se desgrana
–¡Pero cómo! Sí, ándale, declina
tu deseo de vivir y sacrifícate,
tu cuellecito blanco, negro, rojo
o amarillo; servís servil a dios…
¡Pero cómo! no quiero, sólo quiero
vivir, vivir, vivir, como mi entorno.
Pero dios nos lo pide hijo, vamos
accede porque así yo no me atrevo.
–se desgranan en llanto– ¡Pero cómo!
Verás que se arrepiente dios al vernos,
con una cortadita, un dolor blando,
en tu cuello, cuellito, cuellecito,
–regatea, se desgrana, se arrepiente–
negro, amarillo, blanco, esclavizado:
Solamente se trata de obediencia.

Ya verás.

Etc.

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