la charca burbujeaba de mugre y gasolina
reflejando una luna deforme de solvente ,
la calle como un áspid que engulle una letrina…
El coche refulgía sus deudas con el tiempo
como aleteos de ave con vuelo funerario,
cuatro ciclista límpidos, vestidos de destiempo
vieron llegar el miedo a golpe de sicario.
Juan Farías, adusto, sereno y desgraciado
ve caer el telón aún sin comprenderlo,
un poste como intruso las biclas ha salvado:
como una puñal clavose, Farías en el cemento.
Las sombras como parcas hicieron en un corro
surgir a los mirones ya mudos como estacas
afianzando la vida y desgañitando un porro;
así se lo llevaron, habitado de parcas
y ya en el otro mundo, sin ser bueno ni malo
−Ir en coche a la muerte− pensó –eso es muy orondo–
es pérdida total, el carro quedó mondo
y hubiera preferido mi caballo de palo.
martes, 22 de julio de 2014
viernes, 11 de julio de 2014
observo al fin el tiempo transcurrido
como un sujeto de hiedra y sedimento
incentivo de soles y moliendas
tomadas por piratas de naufragios
tengo por corazón un grano inmune
a la historia
una obsidiana oscura y tallada
por los indios de roble
que sobrecargan la afrenta de los años
siento pasar la vida
y su escritura es cada vez más carne de polillas
Pero afuera los signos luminiscentes
prometen al escolar su cura clara
su descollar inmenso
su plan para mañana
Mientras la voz que le da tiempo al sonido de los pájaros
murmura un adiós patente y susurrante
que no tiene final por ser comienzo
y por estar inaudible para los que están sentados
y sostienen su flor de loto como bandera terrestre
pero tiemblan el miedo de los idos
al ver a su progenie malgastar tristeza
en ver pasar los años
cantando sus hijos.
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